Para alguien que, como yo, pretende reconstruirse a través de la música, de la que se perdió en medio de la depresión y el miedo, este disco es imprescindible.
Aquí, hay tantas cosas. Tantos caminos, tantos sonidos, que, de no haber estado a setas, todo habría sido más fácil.
Gracias a Weezer (1994), he hecho las paces conmigo, con el power pop, con el pop punk de, incluso, con el emo. Pero, sobre todo, he aprendido a reconocerme como lo que siempre fui.
Grande, el poder que tienen algunos discos y trascendentales los primeros Weezer.