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Iron & Wine, ese mago barbudo que transforma guitarras acústicas en susurros de vida, nos regaló Our Endless Numbered Days, un álbum que se siente como una manta vieja y suave sobre la piel, o como un té tibio en una tarde lluviosa. Pero no te engañes, porque aunque Sam Beam parezca el tipo de hombre que se acurrucaría en tu sofá con un cuaderno desgastado, lo que hace con sus canciones es pura alquimia emocional. Aquí, en vez de grabar en el sótano como en The Creek Drank The Cradle, se metió en un estudio y lo que salió fue un disco tan pulido que brilla como un diamante, pero sin perder ni un gramo de esa intimidad que nos hizo enamorarnos de su arte.

Este álbum es como ese amigo que parece callado, pero cuando abre la boca, te deja sin palabras con su sabiduría poética. La apertura con “On Your Wings” es un mini huracán contenido, que te arrastra suave pero firme. Y cuando llega “Naked As We Came”, te das cuenta de que estás escuchando a uno de los mejores compositores de su generación. Sam Beam no te cuenta historias, te las murmura al oído, y cuando lo hace acompañado por las voces fantasmales de su hermana Sarah, es como si te estuvieran confesando los secretos más profundos del universo.

Este álbum no es solo un conjunto de canciones bonitas; es un viaje introspectivo que te hace reflexionar sobre la vida, la muerte, y todo lo que sucede en medio. Canciones como “Sodom, South Georgia” son puro arte gótico sureño, mientras que otras como “Each Coming Night” te acarician el alma con melodías que parecen estar flotando en una nube de nostalgia.

A pesar de que el sonido está más limpio que en sus primeros trabajos, la esencia sigue ahí. Beam sigue siendo ese poeta errante que encuentra belleza en las cosas más simples: una hoja caída, el ruido de un tren en la distancia, el amor en su forma más pura. Lo que ha cambiado es que ahora tiene una banda que lo acompaña y un productor que ha sabido realzar su magia sin convertirla en truco de estudio.

Sam Beam puede que ya no sea ese artista de lo-fi que grababa con una caja de herramientas viejas, pero sigue siendo el genio que convierte lo cotidiano en épico. Our Endless Numbered Days es como esa obra de arte que, aunque se haya convertido en un clásico, sigue emocionando cada vez que la miras.

Si no te conmueve, probablemente seas de los que cree que un sofá es solo un mueble. Pero para los que saben que la vida se mide en pequeños momentos, este álbum es puro oro.

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