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4.5/5 stars

My Light, My Destroyer de Cassandra Jenkins es un viaje emocional lleno de soledad, melancolía y, a su manera, un optimismo teñido de ironía que resplandece como una vela en la oscuridad. ¡Y vaya que brilla! Este disco es una joya que nos lleva a través de paisajes sonoros tan sofisticados como conmovedores, y Jenkins demuestra que sigue siendo la narradora lúcida y divertida que todos amamos.

Hablemos de “Aurora, IL”. Jenkins convierte una experiencia devastadora (enfermar de COVID mientras estaba en medio de una gira) en una pieza indie que te arrastra con su encanto y su franqueza. Con una mezcla de rock de carretera y toques existencialistas, Jenkins te planta en su cama de hotel, mirando al cielo, preguntándote si será William Shatner o simplemente el peso de la vida lo que te tiene atrapado ahí. ¿Y esa línea? “How long can I stare at the ceiling before it kills me?” – es un golpe directo a la ansiedad que todos hemos sentido alguna vez.

Luego está “Petco”, un himno a la soledad vestido de grunge noventero, que parece un tributo perfecto a los días dorados de la alt-rock. Las guitarras rugen, pero es Jenkins quien manda con su voz calmada y ese humor tan seco que podría pasar por una broma privada. Claro, estás en una tienda de mascotas buscando conexión emocional en un lagarto. Porque, ¿por qué no? La producción es impecable, los detalles están tan cuidadosamente colocados que puedes sentir cada acorde vibrar con una precisión quirúrgica. Una dosis de Breeders filtrada por la dulzura indie de Cassandra.

Pero Jenkins también nos da esos momentos donde la jazzística elegancia lo envuelve todo, como en “Betelgeuse”, donde nos lleva a contemplar las estrellas junto a su madre. Aquí, Jenkins juega con la atmósfera espacial, y entre las notas suaves del jazz y los murmullos sobre la vastedad del universo, te das cuenta de lo pequeña y grande que es la vida al mismo tiempo.

El álbum es un reflejo de la soledad cósmica, pero es tan íntimo que te sientes invitado a cada momento. Es como si estuvieras escuchando un secreto que no está hecho para el gran público, sino para aquellos que saben apreciar las pequeñas joyas escondidas entre las estrellas. Un disco que podrías reproducir en una noche de insomnio, sintiendo cada nota como una caricia suave pero firme que te recuerda que, al final del día, la luz y la destrucción están más conectadas de lo que pensamos.

La producción de todo el disco es tan limpia que puedes escuchar hasta el último susurro y cada nota está donde debe estar, como si alguien hubiera ordenado todo el caos de la vida con una Marie Kondo musical. Pero lo que realmente sorprende es la manera en que Jenkins te engancha con esa mezcla de dulzura y puñetazos emocionales. Te ríes, te duele, te ríes más. Es como una montaña rusa donde, en lugar de gritar, solo puedes asentir y decir: “Sí, Cassandra, me entendiste.”

Así que si buscas una experiencia sonora donde el indie, el jazz y el alt-rock convergen con una producción limpia como el cristal, My Light, My Destroyer es tu álbum. Prepárate para sentir, reír y dejar que la dulce tristeza de Jenkins te abrace con cada canción.

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